En todas las personas existe un principio de resistencia al cambio demostrado en los diversos ámbitos de la vida: nacimiento de un nuevo integrante de la familia, pérdida de un ser querido, cambio de trabajo o lugar de estudios y muchos otros que de seguro se encontrarán aqui testigos.
Y cuando se trata de masas, ni que decir del fundamental papel que juega la opinión pública que, lamentablemente, la mayoría de las ocasiones, no es tan publica en cuanto que es el resultado de la manipulación de los diversos sectores influyentes de la sociedad.
Para muestra un botón. Recordemos los encontronazos que surgieron en todos los recintos independientemente de quienes y para qué se reunían cuando se dio a conocer el proyecto del Gobierno dominicano de construir un nuevo y moderno sistema de transporte: El metro
Las argumentaciones que se escuchaban eran de todo tipo: a favor, en contra, lógicas, absurdas, realistas, utópicas… definitivamente diversas y variadas, pero a la final inservibles, pues ya todo estaba escrito y bien planificado. Poco importó lo que pensara o dijera cada uno de los dominicanos, la decisión estaba tomada.
La construcción del metro inicio, continuó y concluyó; con escuelas sin pupitres, con hospitales sin medicinas, con el mismo nivel de desempleo, con elevaciones impositivas exorbitantes, con un costo insuperable de los productos de la canasta familiar… y con todo y las constantes quejas, tenemos metro.
Ahora bien, rebuscando en nuestra historia nos damos cuenta de que ante situaciones donde se buscaba solucionar la problemática vial en Santo Domingo, la población siempre ha estado dividida en un grupo que considera prioritarias otras necesidades y otro grupo que sin discernir apoya cualquier cosa.
El hecho es que, pasada la fiebre de la polémica, la gente se acostumbra rápidamente a la comodidad que casi siempre genera este tipo de obras y se olvidan esas necesidades que eran tan primordiales. El metro es un hecho, una realidad que beneficia a algunos y no favorece a la mayoría. ¿Y ahora qué?
¿Por qué ya no se escuchan las quejas? ¿Se trataba sólo de un ardid político de la oposición? ¿O es que misteriosamente se satisficieron todas las carencias del pueblo dominicano? Probablemente no. Seguramente no. Es que las necesidades de este pueblo son como el As bajo la manga, aparecerán sólo cuando sea necesario.
Mientras tanto, ¡Felicidades Villa Mella!
Y cuando se trata de masas, ni que decir del fundamental papel que juega la opinión pública que, lamentablemente, la mayoría de las ocasiones, no es tan publica en cuanto que es el resultado de la manipulación de los diversos sectores influyentes de la sociedad.
Para muestra un botón. Recordemos los encontronazos que surgieron en todos los recintos independientemente de quienes y para qué se reunían cuando se dio a conocer el proyecto del Gobierno dominicano de construir un nuevo y moderno sistema de transporte: El metro
Las argumentaciones que se escuchaban eran de todo tipo: a favor, en contra, lógicas, absurdas, realistas, utópicas… definitivamente diversas y variadas, pero a la final inservibles, pues ya todo estaba escrito y bien planificado. Poco importó lo que pensara o dijera cada uno de los dominicanos, la decisión estaba tomada.
La construcción del metro inicio, continuó y concluyó; con escuelas sin pupitres, con hospitales sin medicinas, con el mismo nivel de desempleo, con elevaciones impositivas exorbitantes, con un costo insuperable de los productos de la canasta familiar… y con todo y las constantes quejas, tenemos metro.
Ahora bien, rebuscando en nuestra historia nos damos cuenta de que ante situaciones donde se buscaba solucionar la problemática vial en Santo Domingo, la población siempre ha estado dividida en un grupo que considera prioritarias otras necesidades y otro grupo que sin discernir apoya cualquier cosa.
El hecho es que, pasada la fiebre de la polémica, la gente se acostumbra rápidamente a la comodidad que casi siempre genera este tipo de obras y se olvidan esas necesidades que eran tan primordiales. El metro es un hecho, una realidad que beneficia a algunos y no favorece a la mayoría. ¿Y ahora qué?
¿Por qué ya no se escuchan las quejas? ¿Se trataba sólo de un ardid político de la oposición? ¿O es que misteriosamente se satisficieron todas las carencias del pueblo dominicano? Probablemente no. Seguramente no. Es que las necesidades de este pueblo son como el As bajo la manga, aparecerán sólo cuando sea necesario.
Mientras tanto, ¡Felicidades Villa Mella!
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