martes, 21 de abril de 2009

Ahí vas. Ahí estás.


Hola.
No pregunto cómo estás. Ya lo imagino.
Me enteré que hace un par de noches, mientras hablabas con tu padre, sudaste sangre; algo que los médicos llaman "hematidrosis". Estás asustado. No es para menos, yo en tu lugar... nunca podría estar en tu lugar.
¿Recuerdas cuando les dijiste "ha llegado la hora"? Se quedaron perplejos, no entendían. Yo en su lugar... tampoco habría entendido.
¡Un momento! ¿Adonde te llevan? ¡Esperen! ¿Por qué así? No es justo. ¿De qué le acusan? Es inocente, no ha hecho nada. Pero mi voz se perdió en la brisa. Ni siquiera te opusiste.
Ahora recuerdo: "como cordero fue llevado al matadero" y es que el cordero, a diferencia de los demás animales, permanece mudo, no grita, no se resiste a la muerte. Ahí vas.
Está por amanecer. Cantó el gallo dos veces. Sí, ya te negó, pero está tan triste, ha llorado mucho y está arrepentido. Quisiera hacer algo, pero no puede solo contra la multitud. ¿Los demás? También se han ido. Temen correr tu misma suerte. No eres lo que ellos esperaban. Yo en su lugar... quizás también me habría ido.
¿Y estos? ¡Qué ingratos son! Hace tan sólo unos días te proclamaron Rey, ¿recuerdas?, cuando entraste a la ciudad, con la misma humildad del burrito que te cargaba. Pusieron sus mantos en el suelo para que pasaras y ahora prefieren a un criminal. Es increíble.
Ahí vas. Era de esperarse: la peor pena. A ti que sólo les hiciste bien, que les diste pan para el cuerpo, pero sobretodo para el espíritu; a ti que los curaste de todo tipo de dolencias; a ti que los instruiste, que hiciste brillar la luz sobre su ignorancia...
Ahí vas, irreconocible. Es imposible mayor sufrimiento. Estás deshecho´Varón De Dolores... Y se burlan de ti, te escupen.
Caíste. Ya no puedes más con tanto peso. Ahí está uno de Cirene, él te ayudará.
Y aún no terminan. ¿Estás seguro que valdrá la pena tanto dolor?
Ahí estás. Llegaste al Gólgota. El sonido de esos martillazos es inolvidable. Una, dos, tres veces. En tu rostro ya no hay expresión. Es demasiado el sufrimiento.

Aquí está ella. La Dama De Azul. ¿La dejarás sola? No, sé que no. Mírala, está devastada y aún así su hermosura permanece intacta.

Ahí estás. Con los brazos extendidos hasta el final. Sientes el peso del pecado de los antiguos, de los presentes y de los futuros. Eso supera todos los límites. Es temprano, pero está oscureciendo. Se acaba de rasgar el velo del templo. "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" fue lo último que dijiste. Perdónanos. Perdóname.

En tres días cargaste con el peso del mundo. En agradecimiento a tu noble inmolación, seré capaz de morir a mí para ser para ti. En tres días no iré a la playa, no cometeré excesos, me quedaré tranquila.
En tres días estaré contigo, acompañándote en tu misión redentora, hasta que recordar tu sacrificio no sea necesario porque viva contigo en el Reino Eterno.
Hasta entonces, igual que San Agustín, "mi corazón estará inquieto hasta que descanse en ti".


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