Resultó muy jocoso escuchar el término de labios de una joven. “San quebradín”. Al parecer ella, igual que muchos otros consideran que se ha desvirtuado una festividad que, de ser un día donde se celebra el amor y los sentimientos que de él se desprenden pasó a ser un festín comercial.
Ciertamente, nuestra condición de ser humano trae consigo el valor agregado del egoísmo, que se refleja en ese querer sacar ventaja de todo y de todos, hasta de los más nobles ideales, valores y sentimientos. Es así como una fiesta que tiene sus orígenes en varias historias, sabrá Dios cuál es la cierta, acerca de un sacerdote que de una u otra forma defendía insignemente las injusticias cometidas en contra de los enamorados se convierte en una odisea económica para unos y un lucrativo negocio para otros.
Esta es la queja de muchos que para sostenerla afirman que todos los días deben ser del amor y la amistad, lo que resulta extraño porque estas personas tampoco se detienen cualquier otro día del año para tener un detalle hacia sus seres queridos. ¿Será acaso que se escudan en esta falacia de san quebradín para evitar gastos en obsequios que muestren la cara material del amor?
Si bien es cierto que los comerciantes aprovechan la ocasión para remover hasta el fondo los bolsillos de los consumidores, también es cierto que nuestro afán de vida, cada vez más automático y rutinario, nos impide estar pendientes de agradar con detalles a las personas que son importantes en nuestras vidas. Algunos dirán “el amor no necesita demostrarse con cosas materiales”, es verdad, como también lo es que una dieta balanceada debe contener todos los grupos alimenticios.
Digamos entonces que el amor necesita también esa diversidad dietética para mantenerse saludable y equilibrado. Los regalos entonces, serían un suplemento de nuestro régimen amoroso: ni imprescindibles ni únicos pero que ayudan a tener relaciones resistentes con un alto nivel de desprendimiento, el cual, al final, será la real muestra de amor.
Ciertamente, nuestra condición de ser humano trae consigo el valor agregado del egoísmo, que se refleja en ese querer sacar ventaja de todo y de todos, hasta de los más nobles ideales, valores y sentimientos. Es así como una fiesta que tiene sus orígenes en varias historias, sabrá Dios cuál es la cierta, acerca de un sacerdote que de una u otra forma defendía insignemente las injusticias cometidas en contra de los enamorados se convierte en una odisea económica para unos y un lucrativo negocio para otros.
Esta es la queja de muchos que para sostenerla afirman que todos los días deben ser del amor y la amistad, lo que resulta extraño porque estas personas tampoco se detienen cualquier otro día del año para tener un detalle hacia sus seres queridos. ¿Será acaso que se escudan en esta falacia de san quebradín para evitar gastos en obsequios que muestren la cara material del amor?
Si bien es cierto que los comerciantes aprovechan la ocasión para remover hasta el fondo los bolsillos de los consumidores, también es cierto que nuestro afán de vida, cada vez más automático y rutinario, nos impide estar pendientes de agradar con detalles a las personas que son importantes en nuestras vidas. Algunos dirán “el amor no necesita demostrarse con cosas materiales”, es verdad, como también lo es que una dieta balanceada debe contener todos los grupos alimenticios.
Digamos entonces que el amor necesita también esa diversidad dietética para mantenerse saludable y equilibrado. Los regalos entonces, serían un suplemento de nuestro régimen amoroso: ni imprescindibles ni únicos pero que ayudan a tener relaciones resistentes con un alto nivel de desprendimiento, el cual, al final, será la real muestra de amor.
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