lunes, 20 de abril de 2009

La historia


No toques eso Beto, nos van a matar a todos” dijo Kella preocupada mientras se escuchaban las primeras notas de la canción prohibida.

En la sala las lágrimas corrían por casi todos los rostros excepto por aquellos a los que la masculinidad les impedía llorar. Se trataba de la cinta “Voces Inocentes”, la desgracia de la guerrilla salvadoreña y el acuartelamiento infantil. Era la segunda vez que escuchaba “Casas de Cartón”. El mismo nudo en la garganta.


El pasado 26 de febrero se presentó en el Aula Magna de la Universidad Autónoma de Santo Domingo la agrupación “Los Guaraguao”, cantantes venezolanos que desde 1973 fusionan la música tradicional y la lírica social reflejando e inspirando muchas protestas y luchas en los pueblos latinoamericanos.

Para sorpresa de muchos, una actividad privada se realizaba en las mismas instalaciones que han merecido tanta lucha y sangre estudiantil derramada a lo largo de nuestra historia y a la cual, los plebeyos e infelices estudiantes, carentes de 800 y 1000 pesos, no podrían asistir.

Era de esperarse la reacción de algunos frentes y asociaciones: los estudiantes se acordonaron en las inmediaciones del lugar donde se realizaría la presentación formando una cadena humana en señal de protesta. Una protesta pacífica, respetuosa, digna de tan insignes músicos y vocalistas aunque la queja no era contra ellos, sino contra el dueño, perdón, el honorable rector de la UASD, Franklin García Fermín.

Los estudiantes consiguieron una presentación gratuita en la Plaza Héroes de Abril, pero esa no era la historia principal. La historia es otra, muy parecida a esas casas de donde viene bajando el obrero. Aquí, viene bajando el estudiante, de la tercera planta de Humanidades, con una butaca al hombro porque el patrón, perdón, el rector, no utilizó los fondos del alquiler del Aula Magna para comprar asientos.

La historia es otra, muy parecida a la de la flor que por no poder alzar su voz terminó siendo fusil. Aquí, son periodistas las que nada pueden decir, tal vez porque ven peligrar su integridad ante las amenazas recibidas de parte de investigadores que algún senador ausente afirma contrató para saber de dónde surgieron unas supuestas difamaciones en su contra.

La historia es otra, muy parecida a la que le contaron al tío Juan, de niños macilentos que habitan en los cerros, y que más que vivir agonizan entreteniendo sus sueños. Aquí, los mismos niños pero analfabetos, que más que aprender conocimiento, aprenden a lavar vidrios para ganar el sustento de toda su familia.

La historia es otra, muy parecida a la de la mujer preñada que dejó el obrero arriba. Aquí, las preñadas son las niñas a quienes el sistema educa sexualmente ofreciendo pastillas anticonceptivas y preservativos en las escuelas y colegios y a las que ahora le dicen que su cuerpo le pertenece, y que un feto no es vida.

La historia, aunque distinta, sigue siendo la misma. Lo que pasa es que aquí no hay guaraguaos que la canten.

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